Les ha pasado alguna vez que recuerdan de pronto a una persona y luego pasan días sin que puedan sacarla de su cabeza. No me refiero, desde luego, a cuando están involucrados sentimientos intensos, sino a aquellas ocasiones en que la casualidad trae de vuelta un nombre que no han escuchado en mucho tiempo y la curiosidad te impide olvidarlo así como así, por lo que te sientes invadido a cada instante por el ¿y qué será de...? Bueno, es obvio que mientras escribo anda dando vueltas en mi mente el recuerdo de alguien, de una mujer para ser exacto, y me gustaría saber qué será de Marité.
Hace algunos días, mientras hablaba por teléfono con la Negra, surgió el nombre que escuché por vez primera poco más de una década atrás. Al tiempo que coincidíamos en que era necesario que nos juntáramos para ponernos al corriente, la Fran mencionó que había sido invitada a una suerte de reunión que congregaría a sus compañeras de cuarto medio y era la "chica Rocco" una de las principales organizadoras. Como es su costumbre, pronunció el nombre Marité con su qué, pero en esta ocasión sí ha logrado quitarme el sueño al hacerlo.
Como esto viene con un breve relato, parto por decir que fue precisamente en la parcela de la Fran donde conocí a María Teresa Rocco, en una fiesta de fin de año donde mi amiga fue una anfitriona casi obligada, por lo que mi presencia debía ser un consuelo para ella. Y digo debía ser porque ya en la cancha las cosas tomaron otro rumbo.
Tal como se ha hecho costumbre, llegué temprano al lugar para ver si mi querida amiga necesitaba ayuda afinando los detalles para la fiesta y así hizo también Marité, ya que su hermano era el dj de turno. Y como era de esperarse comenzamos a hablar, en un primer momento con preguntas sobre uno de mis compañeros de curso que lo había sido antes de su hermano, para luego plantearnos temas más personales y también trascendentales al ritmo de las melodías de moda (como 'El venao' y 'Se a vida é').
Tal como comenté, finalmente no cumplí con el objetivo de apoyar a la Fran porque, para ser sinceros, casi ni nos vimos. Esto es lo que ha causado que hasta el día de hoy me molesté con su ex-compañera, instancia que casi puedo catalogar como celos al ver que la atención de su amigo se fuera hacia una persona que para ella, extrañamente, no fuera la apropiada. Lo cierto es que hasta el día de hoy no sólo soy objeto de comentarios incómodos de parte de la Negra, sino también de su madre, quien de algún modo siento que esperaba algo más de nuestra amistad al hacer comentarios con su familia del tipo es un amor o es tan caballero.
Bueno, pero de la Fran volveré a hablar después de nuestra próxima reunión. Ahora retomo el tema -o mejor dicho, la mujer- que me ha traído frente al computador.
De las siguientes semanas pasé uno o dos días de cada una de ellas visitando San Bernardo, un lugar que aunque esté relativamente próximo a mi casa santiaguina, hasta el día de hoy carece de locomoción directa (pareciese que lo importante es sólo llegar al centro de Santiasco). Es obvio que lo hacía para reunirme con Marité, quien a pesar de la brevedad de su estatura había logrado conquistarme con su carácter. Fue así como pasamos tardes enteras -que desafortunadamente se convertían con rapidez en noches- hablando sobre temas nimios y profundos por igual. De cuestionarnos la sexualidad de Lucio Dalla, intérprete de la olvidada 'Atenti al lupo', pasábamos con prontitud a hablar sobre pasado, presente y futuro. En mi memoria aún deambulan los recuerdos de las despedidas cuando su madre bajaba del bus en Avenida Colón, sus comentarios incómodos por la relación que alguna vez tuve con una de sus compañeras e incluso sus intentos por llamar mi atención al quejarse por no tener tanto busto como caderas, y bien digo intentos porque la atención ya la tenía.
Pero claro, ésta es una de mis historias, así que debe terminar con un momento de separación. Los constantes viajes a San Bernardo agotaron por completo mis recursos económicos -que en ese entonces apenas constaban de una paupérrima mesada-, razón por la que progresivamente nos fuimos distanciando. Finalmente, al cambiarse ella de casa perdí todo contacto, ya que a pesar de seguir siendo compañera de la Fran, mi amiga no me facilitaría las cosas para retomar el contacto.
Han pasado hartos años, demasiados quizás, pero aún así me gustaría encontrarme con ella, conversar de lo que nos ha ocurrido en este tiempo, decirle que aunque hace mucho que perdió el perfume sigo guardando el oso de peluche rosado (sí, rosado) que me regaló y que su tono hace que destaque en mi habitación, pero por sobre todo anhelo que sepa que no la he olvidado, que en más de una ocasión me vienen estos lapsus en que lo único que deseo es volver el tiempo atrás para verla, para no perderla.
Mientras escribía le he enviado un correo a la Fran pidiendo que nos ponga en contacto. Espero que esta vez mi amiga sea más indulgente y le preste algo de ayuda a su Negro.
Hace algunos días, mientras hablaba por teléfono con la Negra, surgió el nombre que escuché por vez primera poco más de una década atrás. Al tiempo que coincidíamos en que era necesario que nos juntáramos para ponernos al corriente, la Fran mencionó que había sido invitada a una suerte de reunión que congregaría a sus compañeras de cuarto medio y era la "chica Rocco" una de las principales organizadoras. Como es su costumbre, pronunció el nombre Marité con su qué, pero en esta ocasión sí ha logrado quitarme el sueño al hacerlo.
Como esto viene con un breve relato, parto por decir que fue precisamente en la parcela de la Fran donde conocí a María Teresa Rocco, en una fiesta de fin de año donde mi amiga fue una anfitriona casi obligada, por lo que mi presencia debía ser un consuelo para ella. Y digo debía ser porque ya en la cancha las cosas tomaron otro rumbo.
Tal como se ha hecho costumbre, llegué temprano al lugar para ver si mi querida amiga necesitaba ayuda afinando los detalles para la fiesta y así hizo también Marité, ya que su hermano era el dj de turno. Y como era de esperarse comenzamos a hablar, en un primer momento con preguntas sobre uno de mis compañeros de curso que lo había sido antes de su hermano, para luego plantearnos temas más personales y también trascendentales al ritmo de las melodías de moda (como 'El venao' y 'Se a vida é').
Tal como comenté, finalmente no cumplí con el objetivo de apoyar a la Fran porque, para ser sinceros, casi ni nos vimos. Esto es lo que ha causado que hasta el día de hoy me molesté con su ex-compañera, instancia que casi puedo catalogar como celos al ver que la atención de su amigo se fuera hacia una persona que para ella, extrañamente, no fuera la apropiada. Lo cierto es que hasta el día de hoy no sólo soy objeto de comentarios incómodos de parte de la Negra, sino también de su madre, quien de algún modo siento que esperaba algo más de nuestra amistad al hacer comentarios con su familia del tipo es un amor o es tan caballero.
Bueno, pero de la Fran volveré a hablar después de nuestra próxima reunión. Ahora retomo el tema -o mejor dicho, la mujer- que me ha traído frente al computador.
De las siguientes semanas pasé uno o dos días de cada una de ellas visitando San Bernardo, un lugar que aunque esté relativamente próximo a mi casa santiaguina, hasta el día de hoy carece de locomoción directa (pareciese que lo importante es sólo llegar al centro de Santiasco). Es obvio que lo hacía para reunirme con Marité, quien a pesar de la brevedad de su estatura había logrado conquistarme con su carácter. Fue así como pasamos tardes enteras -que desafortunadamente se convertían con rapidez en noches- hablando sobre temas nimios y profundos por igual. De cuestionarnos la sexualidad de Lucio Dalla, intérprete de la olvidada 'Atenti al lupo', pasábamos con prontitud a hablar sobre pasado, presente y futuro. En mi memoria aún deambulan los recuerdos de las despedidas cuando su madre bajaba del bus en Avenida Colón, sus comentarios incómodos por la relación que alguna vez tuve con una de sus compañeras e incluso sus intentos por llamar mi atención al quejarse por no tener tanto busto como caderas, y bien digo intentos porque la atención ya la tenía.
Pero claro, ésta es una de mis historias, así que debe terminar con un momento de separación. Los constantes viajes a San Bernardo agotaron por completo mis recursos económicos -que en ese entonces apenas constaban de una paupérrima mesada-, razón por la que progresivamente nos fuimos distanciando. Finalmente, al cambiarse ella de casa perdí todo contacto, ya que a pesar de seguir siendo compañera de la Fran, mi amiga no me facilitaría las cosas para retomar el contacto.
Han pasado hartos años, demasiados quizás, pero aún así me gustaría encontrarme con ella, conversar de lo que nos ha ocurrido en este tiempo, decirle que aunque hace mucho que perdió el perfume sigo guardando el oso de peluche rosado (sí, rosado) que me regaló y que su tono hace que destaque en mi habitación, pero por sobre todo anhelo que sepa que no la he olvidado, que en más de una ocasión me vienen estos lapsus en que lo único que deseo es volver el tiempo atrás para verla, para no perderla.
Mientras escribía le he enviado un correo a la Fran pidiendo que nos ponga en contacto. Espero que esta vez mi amiga sea más indulgente y le preste algo de ayuda a su Negro.