Thursday, December 07, 2006

Confesiones

Un nuevo día. Un nuevo despertar sintiendo que mi alma busca huir de mi cuerpo, de mi habitación, de mi mundo. Por momentos deseo retenerla, pero de nada sirve cuando ni siquiera quiero permanecer aquí. Prefiero huir también, seguirla donde va, que de seguro ha de ser un lugar mejor o por lo menos no tan malo.
El amor se me escapa de las manos, el tiempo se consume entre cigarrillos y café, la vida no se vuelve más que una larga agonía; y sin embargo yo continúo aquí, demasiado valiente para huir, demasiado temeroso para sentir, o quizás sólo demasiado iluso al pensar que las cosas pueden cambiar.
El mar me llama, yo quiero hundirme en él, ahogarme, renacer. Encerrado aquí apenas puedo oír las olas, asomar mi rostro a través de los barrotes de la cárcel de la conciencia, besar la brisa que sube por los cerros. Estoy atrapado por mi propio ser, y atrapado es que escribo esta confesión para que al menos mis palabras puedan escapar.
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Confieso que he amado, hasta el punto de dejar de amarme (y temo ser el único).
Confieso que no son pocas las ocasiones en que mis creaciones me han atrapado, tanto que he abandonado la percepción de la realidad.
Confieso que en verdad no me agoto de vivir o sentir, sino al pensar en dejar de hacerlo.
Confieso a mi pesar que el miedo a la soledad me congela, me hace abandonar todo y a todos (y al final igual quedo solo).
Confieso que la desesperación me ha hecho sentir que no soy la única persona que habita en mi cuerpo.
Confieso mi uso del silencio y el desprecio como armas contra aquellos que me han herido.
Confieso el placer que me provoca ver a quienes odio esquivando mi mirada.
Confieso la hipocresía del artista que habla de amor cuando en realidad me alimento de odios, envidias y decepciones.
Confieso mis caminatas bajo la lluvia y mi deseo por que ésta limpie mi alma.
Confieso que a pesar de haber nacido en primavera es en invierno que encuentro consuelo y paz.
Confieso las innumerables veces que he desperdiciado mi intelecto y mi alma por abandonarme a placeres pasajeros.
Confieso que escribo con la esperanza de ser leído y que mis palabras tengan buena acogida.
Confieso que no concibo la idea de una buena conversación sin la presencia de un cigarrillo, una taza de café o una copa de vino (en botella).
Confieso que el ron me hace bailar, la cerveza reír y el vino hablar.
Confieso mi repudio hacia las tiranías y las demaogías.
Confieso que fumo demasiado, que en un asado no me quedo atrás comiendo y que tomo (sólo) hasta que se me duermen los labios.
Confieso mi preferencia por relacionarme con almas sensibles -incluso atormentadas- porque con ellas tengo mayor afinidad.
Confieso mi infructuosa búsqueda de una mujer inteligente, sensible, bella y que tenga más de 90 de cadera y busto (o sea, no quiero nada).
Confieso mi pérdida de experiencia en el arte de conquistar.
Confieso la locura que me invade al ver a la U salir a la cancha.
Confieso la falta de voluntad que tengo al ver una pelota dar bote sobre el pasto.
Confieso que he (sobre)vivido por 26 años, pero que a pesar de decir lo contrario me siento joven.
Confieso que ya he escrito demasiado y que no tardaré en arrepentirme de publicar esto en el blog.