Wednesday, April 16, 2008

Reflexiones/Tengo un problema

Esto del ahorro energético es un verdadero cacho para quienes para quienes sufrimos de episodios crónicos de creatividad cuando llega la noche. Deben ser cerca de las tres de la mañana, pero me ha resultado demasiado complicado quedarme dormido por estar releyendo tantos relatos que he escrito, e incluso uno que otro que he inspirado (justo tengo uno suyo en mis manos, dear Lady Herborn). Así que en esta fría noche de abril, mientras otros se entregan sin chistar al alcohol y la pachanga de fin de semana, he decidido encender algunas velas para reflexionar y escribir hasta que el sueño me invada.




Como puede suponerse a partir de la lectura del párrafo anterior, es precisamente sobre mis escritos que va este mambo. Después de todo, tanto lo publicado en mis blogs como los borradores inconclusos que penan sobre mi escritorio no son más que un reflejo literario de lo que ocurre en mi vida: lo general, lo específico, pensamientos, sueños, anhelos. En esta oportunidad, eso sí, me detendré con mayor profundidad en los relatos, en la prosa que estalla en http://crudaprosapoetica.blogspot.com/ porque es en esta forma de expresión, más que en cualquier otro escrito, donde se representan los oscuros secretos de mi inconsciente. Para hacerlo más claro, gran parte de las intensas y crudas tramas que envuelven mis letras se hacen presentes como recuerdos de algo que he enfrentado, a veces incluso como golpes emocionales que llegan al ver en el espejo el reflejo de mis ojos, de mi alma.




Pero toda esta reflexión comienza hace cerca de tres semanas, al oír de boca de uno de mis lectores habituales cómo en uno de sus ratos libres se había dado el tiempo de repasar una de mis historias, ficcional eso sí, pero no por eso carente de un dolor desgarrante capaz de sacar más de una lágrima. Su comentario apuntó precisamente a esto último, a la aflicción que provoca la temática del amor perdido. Esto trajo a mi memoria las acostumbradas críticas de la Jose Herborn, el constante apaleo a mi recurrente opción por la sobrevalorada trama del amor inconcluso, inalcanzable, inoportuno... en resumen, que casi en su totalidad mis relatos son acerca de amores imposibles. Y claro, como suele ocurrir, mi partner in (writing) crimes tiene razón.




He llegado entonces al momento más complicado de esta reflexión: admitir que tengo un problema; sin embargo, a pesar que en este instante lo hago explícito, creo que de algún modo hace tiempo que he venido reconociendo su existencia al escribir. El gran problema por el que ahora paso es el andar por la vida creyendo que el amor no es más que una ilusión, un imposible, un sentimiento tan frágil que no hace más que romperse al ser tocado por nuestras torpes, inmaduras, crudas emociones. Debe ser por esto que me he vuelto un discapacitado del amor, boicoteando consciente e inconscientemente cuanta oportunidad romántica surja en mi camino, por muy nimia que sea. Es decir, en un mundo donde los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus, no es que no sepa hablar venusino -porque de hecho lo hablo fluidamente-, sino que me niego a hacerlo. He llegado a utilizar para excusarme un sinnúmero de razones con tal de cerrarme a la posibilidad de encontrar el amor, tales como optar por concentrarme en los estudios, la creación de estereotipos femeninos imposibles de encontrar, el amor por la camiseta, e incluso algunas tan tontas como "no se puede confiar en un animal que sangre por cinco días y no muera". Desgraciadamente, esto me está arrastrando a lo que más temo: acostumbrarme a la soledad.




Hasta hace algún tiempo, la sublimación de estas emociones era su único modo de expresión, pero hoy puedo decir que en mí reina la apatía. No ha faltado el mal intencionado que cuestiona por esto mi sexualidad, cuando lo cierto es que mataría por una mujer con la cual ser feliz, pero no ahora, no cuando siento que ninguna fémina sería capaz de moverme el piso, rock my world como dicen en otras latitudes. Quizás sea cierto que todas las mujeres son iguales, pero no cuando los ojos son nublados por el amor, y ése es un sentimiento que hoy por hoy se presenta muy lejano.




Buena suerte le deseo a la mujer que quiera conquistarme, sé que será una ardua labor.