Tuesday, February 20, 2007

Un consejito más (the doctor is still in)


Ya lo había dicho con anterioridad... hay ocasiones en que esto de ser el tipo en que todos confían al momento de enfrentarse a un problema emocional termina frustrándome. Muchos no comprenden bien esto porque se supone que uno ve las cosas desde afuera, pero para los que somos más empáticos se vuelve más complicado el no tomar los problemas como algo personal... y también los fracasos. Reconozco que me estoy preparando para un par de esos.

Si hay algo que me incomoda en este "negocio" de la consejería -no se asusten, psicólogos, que lo mío va por otro lado- es enfrentarme a personas que buscan mis palabras pero finalmente terminan haciendo todo lo contrario, para luego volver heridos esperando consuelo, o cualquier frase cliché que no se acerque a un "te lo dije". Lo peor es que no entiendan que uno también sufre, no logran tomarle el peso a lo mucho que uno termina involucrándose.

Tras miles de consejos me he dado cuenta de lo cierto que puede volverse eso de que el hombre es el único animal que comete dos veces (por parte baja) el mismo error. Supongo que a algunos no les basta con chocar contra una muralla un par de veces, sino que continúan azotándose contra ésta hasta que les cae encima. El asunto es que los ladrillos alcanzan también a quienes tratan de evitar que la personita aquella siga castigándose con el muro.

Debo decir que esto me ocurre más con las mujeres que me piden algún tipo de ayuda, pero a pesar de lo que podría creerse no tiene mucho que ver con la emocionalidad. Por el contrario, me ha dejado muy contento saber que una de las personas más sensitivas que he conocido en el último tiempo -por más que ella diga que racionaliza todo- y que siguió uno de mis consejos, si bien no al pie de la letra porque no es la idea, dejó atrás aquello que le impedía seguir siendo ella.

La otra cara de la moneda está en la mujer pragmática, esa que pareciese tener respuesta para todo, que pone siempre lo racional antes que lo emocional y que finalmente me hace pensar que busca más una reafirmación del error cometido que un consejo para superarlo. Sin embargo, y quizás por estar poco acostumbrada a interactuar con los sentimientos, es precisamente esa mujer la que se muestra más propensa a caer reiteradamente en los mismos problemas y sufrir más por ello, como producto -he llegado a pensar- de haber visto truncada su madurez emocional por su desarrollo racional.

Esa mujer es precisamente el estereotipo que más me complica... y que este verano se ha duplicado. Me preparo entonces para las lágrimas que vendrán, por más que ellas intenten censurarlas, y dispuesto esta vez a obviar las frases clichés para clavar en sus corazones un doloroso "te lo dije" que las haga entrar en razón de una vez... las espero pronto...

Thursday, February 15, 2007

Del triunfo teórico al desastre práctico

Desde el momento en que el mapa de Transantiago llegó a mis manos, mi segundo ejercicio -el primero fue obviamente ver cómo movilizarme a los lugares que más frecuento- consistió en criticar la forma en que estaba diseñado el "plan maestro de transporte" que trazó el gobierno de Ricardo Lagos. No puedo negar que con el correr de los días mis pensamientos fueron variando desde "los tipos que diseñaron esto no han andado nunca en micro" hasta "Zamorano, métete el troncal por la raja". Sin embargo, me resistía a enfrentarme a los cambios hechos en el transporte público.


Finalmente, ayer decidí salir a la calle motivado por una imperiosa reunión con una mujer (de algún modo eso siempre me motiva). Debo decir que estar a las 9 de la mañana esperando una micro hacia el centro en Bilbao con Seminario, en lugar de hacer mi caminata acostumbrada, me ponía algo nervioso. Pero mapa en mano y seguro del recorrido que debía tomar me planté en el paradero a esperar el recorrido 501 que me dejaría justo en la esquina donde debía reunirme con Francisca.
Para mi sorpresa, había asientos desocupados por lo que me senté y vi como el microbus se vaciaba progresivamente en su camino hacia la esquina de Compañía con Amunategui. Mi primer contacto con Transantiago no compartía casi ningún punto con mi terrible presentimiento, claro que ese viaje no era más que una prueba en un recorrido que no debería tomar más que por flojera o por la fuerza de la lluvia.

Llegado el mediodía me dirigí hacia la Alameda para tomar el recorrido que me deja en la Plaza de Maipú. Nuevamente me vi sorprendido, pero esta vez negativamente, ya que al llegar al paradero señalado con el número 1 (hacia Maipú) pude percatarme que sólo una micro transitaba en esa dirección -la 401- y tras un buen rato descubrí que, si bien su frecuencia es alta, incluso a esa hora transitan tan llenas que es virtualmente imposible abordarlas. Deben haber pasado casi una decena de buses cuando por fin pude abordar uno en el que cabíamos las pocas personas que estábamos en el paradero.

Este nuevo viaje fue terrible. Golpeado una y otra vez por las puertas de la micro, asfixiado por las personas a mi alrededor -y ellas tenían cara de sentir lo mismo-, rogando que el vehículo no se enfrentara de improviso con los "eventos" que abundan entre Estación Central y Las Rejas, y evaluando seriamente la posibilidad de comprarme un vehículo para no tener que sufrir día a día el mismo suplicio (se vienen las prácticas, mi casa será una micro).

Al llegar a la Plaza de Maipú debí enfrentar nuevamente el mismo problema, ya que quienes vivimos en Ciudad Satélite debemos acomodarnos a un bus de acercamiento que apenas nos acerca al centro de Maipú. Allí estamos obligados a tomar el microbus 401, ya que casi todos necesitan llegar al metro para seguir a sus trabajos, y es precisamente ese recorrido el más utilizado por la gente de nuestra comuna.

Recién terminando de almorzar me llamó Tania para que nos reuniéramos. Nuevamente debía enfrentarme a Transantiago, esta vez con la esperanza de devolverme en auto a la casa si lograba desocuparme temprano. Por suerte no fue necesario llegar a la plaza para tomar la 401, ya que venía justo detrás de la I11 (bus de acercamiento de Ciudad Satélite) y en cuanto nos enfrentamos a un semáforo me cambié para luego ver desde mi asiento desesperadas por subir a las mismas personas que me acompañaban en la micro anterior.

Por desgracia, no me desocupé temprano... al menos no más temprano que quién conduce el auto en que tenía pensado volver a casa. Así que parado en la Alameda con Santa Rosa y viendo a decenas de personas agolpadas en el paradero a Maipú me vi enfrentado a una pregunta esencial... ¿¡Qué mierda hago ahora!?... Lo lógico era quedarme con esas personas y luego golpear, arañar, morder, patear para poder subir a las micros que pasaban tan seguido pero tan llenas como al mediodía. Mi decisión debía ser rápida, ya que cada vez llegaría más gente al paradero, así que en un momento de locura tomé mi mapa y lo extendí completamente, sintiéndome como un turista en el acto (llevaba también una linda polera típica con la leyenda "Valparaíso").

'Tania, subamos rápido al metro.'

Mi idea era extraña, pero confiaba en que resultaría. Se la expliqué a Tania y también la encontró coherente. Tomamos la línea 4 con dirección a Puente Asalto, ya que ella vive en Rojas Magallanes. Por mi parte me bajé del metro en Vicuña Mackenna con la esperanza de tomar la E06, pero pasaba llena así que caminé hasta Avenida La Florida a la altura deWalker Martínez. Apenas unos minutos después pasaba el recorrido 108, casi vacío. Ya sentado, era cosa de tiempo para llegar a la Plaza de Maipú.

Fue una vuelta tremenda, pero llegué cómodo y no muy tarde, pensando eso sí en todos los que quedaron en los paraderos de Alameda, humillados al ver esa micro que no se detiene o que cuando lo hace ni siquiera se puede abordar porque viene colapsada (de hecho, no estaba parando en Escuela Militar por la misma razón). Por mi parte, ya exploré uno de los recorridos alternativos que tendré para llegar a mi casa y comprobé que, al menos para quienes vivimos en Maipú, Transantiago es un asco. A ver si por una vez esta democracia nos consulta qué nos parece mejor para nuestra rutinaria sobrevivencia.

Saturday, February 10, 2007

Lágrimas de Fuego

Por ahí pasó la muerte tantas veces
La muerte que enlutó a Valparaíso
Cerca de las 10 de la mañana del sábado pasado, Daniel entró a la pieza donde dormía y me despertó abruptamente...
"Carlos, se está quemando Valpo."
...mi reacción obvia fue no hacerle mucho caso, pero su insistencia me llevó a levantarme y asomarme al balcón. Grande fue mi sorpresa cuando mis ojos se clavaron en la colosal columna de humo que surgía del centro de la ciudad, generando un paisaje aterrador que removió mi mundo. Efectivamente (para citar a Daniel), Valparaíso se estaba incendiando y yo sólo atiné a encender el televisor para descubrir qué carajos había ocurrido.

A las 8:41 de la mañana una explosión se registró en la calle Serrano entre los pasajes Muñoz Hurtado y Almirante Goñi, a apenas unas cuadras del Muelle Prat y en medio del casco histórico del puerto. Durante la madrugada los vecinos fueron capaces de percibir un fuerte olor a gas, pero recién a las 7 de la mañana llegó personal de GasValpo y Chilquinta al lugar.

La explosión hizo desaparecer dos edificios patrimoniales -que cayeron en cosa de segundos- además de provocar un incendio que se extendió no sólo hacia los edificios colindantes, sino también al otro lado de la calle, hacia el Palacio Subercaseaux. Por su parte, la onda expansiva destruyó las ventanas de inmuebles ubicados en un radio de tres cuadras.


Pasados un par de días visité el sitio del incendio. Bomberos de Valparaíso, Viña y Santiago (rescatistas entrenados especialmente para este tipo de situaciones) aún buscaban cuerpos entre los escombros. La gente se acercaba curiosa, mientras un hombre que trabajaba en uno de los locales cerrados por la tragedia hablaba sobre muchas cosas a un ritmo desesperante. El olor se volvía por momentos insoportables, o quizás era sólo una percepción personal ante el dolor que me provocaba lo ocurrido. Lloré, lo reconozco...
A una semana del grave incidente el hecho ya no es noticia, importando más que las hijas de Belisario Velazco trabajen en GasValpo, que el hijo de Vivian Blanlot andaba robando (por segunda vez en una quincena) o que Massú y González perdieron en Copa Davis.

Aún así, Valparaíso se levantará, acostumbrado a la tragedia y a la destrucción, acostumbrado a salir adelante de la adversidad que no ha estado ausente en su historia.
Y una vez más el viento como siempre
Limpió la cara de este puerto herido
*Los versos del comienzo y el final son parte de la canción Valparaíso de Osvaldo "Gitano" Rodríguez.