Thursday, February 15, 2007

Del triunfo teórico al desastre práctico

Desde el momento en que el mapa de Transantiago llegó a mis manos, mi segundo ejercicio -el primero fue obviamente ver cómo movilizarme a los lugares que más frecuento- consistió en criticar la forma en que estaba diseñado el "plan maestro de transporte" que trazó el gobierno de Ricardo Lagos. No puedo negar que con el correr de los días mis pensamientos fueron variando desde "los tipos que diseñaron esto no han andado nunca en micro" hasta "Zamorano, métete el troncal por la raja". Sin embargo, me resistía a enfrentarme a los cambios hechos en el transporte público.


Finalmente, ayer decidí salir a la calle motivado por una imperiosa reunión con una mujer (de algún modo eso siempre me motiva). Debo decir que estar a las 9 de la mañana esperando una micro hacia el centro en Bilbao con Seminario, en lugar de hacer mi caminata acostumbrada, me ponía algo nervioso. Pero mapa en mano y seguro del recorrido que debía tomar me planté en el paradero a esperar el recorrido 501 que me dejaría justo en la esquina donde debía reunirme con Francisca.
Para mi sorpresa, había asientos desocupados por lo que me senté y vi como el microbus se vaciaba progresivamente en su camino hacia la esquina de Compañía con Amunategui. Mi primer contacto con Transantiago no compartía casi ningún punto con mi terrible presentimiento, claro que ese viaje no era más que una prueba en un recorrido que no debería tomar más que por flojera o por la fuerza de la lluvia.

Llegado el mediodía me dirigí hacia la Alameda para tomar el recorrido que me deja en la Plaza de Maipú. Nuevamente me vi sorprendido, pero esta vez negativamente, ya que al llegar al paradero señalado con el número 1 (hacia Maipú) pude percatarme que sólo una micro transitaba en esa dirección -la 401- y tras un buen rato descubrí que, si bien su frecuencia es alta, incluso a esa hora transitan tan llenas que es virtualmente imposible abordarlas. Deben haber pasado casi una decena de buses cuando por fin pude abordar uno en el que cabíamos las pocas personas que estábamos en el paradero.

Este nuevo viaje fue terrible. Golpeado una y otra vez por las puertas de la micro, asfixiado por las personas a mi alrededor -y ellas tenían cara de sentir lo mismo-, rogando que el vehículo no se enfrentara de improviso con los "eventos" que abundan entre Estación Central y Las Rejas, y evaluando seriamente la posibilidad de comprarme un vehículo para no tener que sufrir día a día el mismo suplicio (se vienen las prácticas, mi casa será una micro).

Al llegar a la Plaza de Maipú debí enfrentar nuevamente el mismo problema, ya que quienes vivimos en Ciudad Satélite debemos acomodarnos a un bus de acercamiento que apenas nos acerca al centro de Maipú. Allí estamos obligados a tomar el microbus 401, ya que casi todos necesitan llegar al metro para seguir a sus trabajos, y es precisamente ese recorrido el más utilizado por la gente de nuestra comuna.

Recién terminando de almorzar me llamó Tania para que nos reuniéramos. Nuevamente debía enfrentarme a Transantiago, esta vez con la esperanza de devolverme en auto a la casa si lograba desocuparme temprano. Por suerte no fue necesario llegar a la plaza para tomar la 401, ya que venía justo detrás de la I11 (bus de acercamiento de Ciudad Satélite) y en cuanto nos enfrentamos a un semáforo me cambié para luego ver desde mi asiento desesperadas por subir a las mismas personas que me acompañaban en la micro anterior.

Por desgracia, no me desocupé temprano... al menos no más temprano que quién conduce el auto en que tenía pensado volver a casa. Así que parado en la Alameda con Santa Rosa y viendo a decenas de personas agolpadas en el paradero a Maipú me vi enfrentado a una pregunta esencial... ¿¡Qué mierda hago ahora!?... Lo lógico era quedarme con esas personas y luego golpear, arañar, morder, patear para poder subir a las micros que pasaban tan seguido pero tan llenas como al mediodía. Mi decisión debía ser rápida, ya que cada vez llegaría más gente al paradero, así que en un momento de locura tomé mi mapa y lo extendí completamente, sintiéndome como un turista en el acto (llevaba también una linda polera típica con la leyenda "Valparaíso").

'Tania, subamos rápido al metro.'

Mi idea era extraña, pero confiaba en que resultaría. Se la expliqué a Tania y también la encontró coherente. Tomamos la línea 4 con dirección a Puente Asalto, ya que ella vive en Rojas Magallanes. Por mi parte me bajé del metro en Vicuña Mackenna con la esperanza de tomar la E06, pero pasaba llena así que caminé hasta Avenida La Florida a la altura deWalker Martínez. Apenas unos minutos después pasaba el recorrido 108, casi vacío. Ya sentado, era cosa de tiempo para llegar a la Plaza de Maipú.

Fue una vuelta tremenda, pero llegué cómodo y no muy tarde, pensando eso sí en todos los que quedaron en los paraderos de Alameda, humillados al ver esa micro que no se detiene o que cuando lo hace ni siquiera se puede abordar porque viene colapsada (de hecho, no estaba parando en Escuela Militar por la misma razón). Por mi parte, ya exploré uno de los recorridos alternativos que tendré para llegar a mi casa y comprobé que, al menos para quienes vivimos en Maipú, Transantiago es un asco. A ver si por una vez esta democracia nos consulta qué nos parece mejor para nuestra rutinaria sobrevivencia.

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