Sunday, April 23, 2006

Parte VII: Odio, traición, amor.

La fría lluvia comenzó a caer sobre las grises calles de Santiago. Sin siquiera pensar en quienes corrían a su alrededor en busca de refugio, dos personas permanecían erguidas sobre las pozas que comenzaban a formarse en el centro de la plaza Brasil, mirándose como si nada importase, nada más que la molestia que parecía ocasionarles la presencia del otro.
La conocí una tarde de junio, hace ya siete años. El golpe entre ambos fue instantáneo, y es que no había quien no pudiese notar el disgusto que sentíamos por el otro. Dos presencias tan orgullosas no podían compartir un espacio tan reducido, un mismo grupo de amigos.
Al pasar los meses nos resultaba aún más difícil ocultar nuestras miradas de ira escudriñando cada centímetro, cada imperfección en la piel del adversario, pero sobre aquel rabioso análisis comenzaba a construirse la mútua admiración. De algún modo, y superando el odio que sentía por su figura perfecta, me vi reflejado en aquella mirada imposible de doblegar y en la sonrisa cruel que suele dibujarse en el rostro de quien ha debido enfrentar las dificultades de la vida antes de tiempo.
Mientras me dejaba cautivar por su rostro pecoso, su piel pálida, su largo cabello castaño y su actitud ególatra y devastadora, no podía dejar de desear tenerla, poseerla, subyugar sin piedad alguna su orgullo, sin preocuparme por pasar encima de quien se interpusiese. Pero el destino parece no carecer de ironías y no dudó en poner en mi camino obstáculos capaces de hacerme retroceder en mi deseo de hacer que esa voluntad tan fastidiosa se doblegara a mis caprichos.
Como había escrito en una entrada previa, yo estaba saliendo con alguien a esas alturas. Sin embargo, aquello no era lo más terrible de la situación. Lo que realmente complicaba el deseo que sentía por aquella mujer era que ella estaba saliendo con mi hermano menor*, pero a pesar de ello no nos preocupaba ocultar lo que sentíamos. Así es como llegué a hacer lo posible por que ellos se alejaran, lográndolo apenas unas semanas después.
Al encontarse ella libre, pudimos someternos a la tortura de escucharnos por horas para conocernos. A pesar de lo que podía imaginarme en un primer comienzo, este proceso no fue tan terrible. La competencia que había previamente por ver quien se doblegaba menos que el otro se había convertido en una carrera por conquistarnos.
El tiempo no se hizo esperar. Pronto estábamos saliendo, a pesar de lo que todos decían respecto de cómo había traicionado a mi hermano, a mi sangre para llegar a ella. Pero ya nada de eso importaba, porque obtuve lo que quise, y lo estaba disfrutando al máximo. Más allá del odio que existía al conocernos, el vernos tan iguales nos permitía compartir espacios al transar respecto de nuestros deseos cuando estos eran opuestos -es decir, la menor parte del tiempo-.
Pero por más que los deseos se hagan realidad, siempre llegará la medianoche. Al acercarse mi ingreso a la universidad, y por más que intenté que no fuese así, los ánimos se fueron complicando bastante. Febrero terminó junto a nuestra relación, pero seguimos en contacto constante... al menos hasta hace un par de años. La última vez que nos encontramos me contó que se había casado y que tenía una hija pequeña... Ya no era la misma persona orgullosa que conocí, ya no llamaba mi atención como antes.
(continuará)
*aclaro a los pedófilos y mal pensados que ella tenía la misma edad que mi hermano, y que él es apenas dos años menor que yo.

Wednesday, April 19, 2006

Parte VI:¿Superficial?

Tras salir con la hermanastra de la venezolana me vi convertido en parte del jet-set de su colegio. Debo reconocer que, como forma de enfrentar las dificultades que se me presentaron, me convertí en un ser bastante superficial en mi forma de actuar. Ya había salido del colegio, pero seguía yendo a buscar a mi hermano menor y asistiendo a las clases de teatro. Era parte del paisaje del barrio, llegando en un automóvil del año '76, fumando lucky encendido por un zippo y caminando con el pelo largo al viento (aclaro que pesaba 15 kilos menos que ahora).
Así estaba mostrándome, por lo que era frecuentemente invitado a diversas actividades de los colegios de niñas del sector, y fue también así como conocí a muchas personas que me mostraron, con su forma de ser aún más superficial, que yo realmente no era así y no podía seguir fingiendo, asistiendo a sus fiestas, conviviendo con ellos. Pero también es cierto que fue en una de esas actividades donde conocí a una mujer que me ayudó a ir dejando atrás a la hermanastra de la venezolana.
Ella solía observarme desde la distancia, con su cuerpo espigado y frágil, el largo cabello negro cayendo por su espalda. Cuando me acerqué a ella me sentí conmovido con sus ojos de mirada inocente, me desconcertaba encontrar a alguien así luego de enfrentarme a la crudeza de la vida. Mientras se acercaba el invierno comencé a perderme aún más en sus labios delicados, hasta que los hice míos una fría noche.
Sin embargo, no podía dejar de cuestionarme por qué debía estar con ella si yo endurecía cada vez más mi carácter y ella seguía siendo una niña. Además, una nueva figura comenzaba a dibujarse en mi mente, progresivamente tomando posesión de mis pensamientos. Me resultaba muy difícil continuar a su lado, cargándola con mis duros problemas y portándome más como un padre o un hermano mayor que como una pareja, por lo que decidí alejarme de ella.
Volvería a mí un año más tarde, pero ya todo había cambiado. Ninguno de los dos era el mismo de antes.
(continuará)

Tuesday, April 18, 2006

Parte V: High school sweetie

Los años parecen volverse nada al traer a la memoria algunos recuerdos. De algún modo, sigo cuestionándome hoy por qué la pequeña venezolana estaba tan deseosa por presentarme a su hermanastra, si bien el encuentro entre ambos se dio hace casi ocho años.
Fue la tarde del viernes 2 de octubre de 1998, luego de ponernos de acuerdo para reunirnos y pasando por encima de las miles de cosas que debíamos hacer aquella tarde. Si bien la había visto un par de veces antes, no fue hasta aquel día que se presentaría en mi vida de forma avasalladora. La idea era juntarnos a hablar unos minutos, pero mientras caminaba hacia el gimnasio, lugar donde tenía clases, no pude dejar de pensar en ella y regresé hasta el lugar donde nos habíamos reunido, donde la encontré aún sentado, como si hubiese sabido que volvería.
Las horas pasaron lentamente, como si el tiempo quisiese que disfrutásemos aún más aquel encuentro y los miles de temas que tocamos en nuestra conversación, pero llegado el momento de marcharnos ninguno parecía satisfecho ante la dificultad de separarnos. Me perdí en sus ojos por enésima vez, buscando algo que me dijera que aquel momento se repetiría. Tomé su mano para no dejarla partir y el contacto entre ambos nos hizo temblar porque, después de todo, nos habíamos convertido en un par de adolescentes enamorados. Aún así, estábamos obligados a entregarnos a la racionalidad y condenarnos a esperar un futuro encuentro.
No volví a verla hasta el martes siguiente (los lunes mi curso solía estar castigado), al perdernos en un beso interminable. Así continuamos durante meses, a pesar de los numerosos problemas que rodeaban nuestra relación. Fuera de la familia, el que ella hubiese salido con uno de mis compañeros de curso generaba roces dentro de la sala de clases que terminaron por resquebrajar el delicado equilibrio que existía entre los desordenados y los carreteros.
Me es difícil encontrar palabras con las que pueda siquiera acercarme a la descripción de lo que sentía por ella. Incluso Amor se vuelve un concepto demasiado frágil, demasiado pequeño, demasiado volátil. Lo cierto es que me entregué a nuestra relación para darle todo lo que era, toda la felicidad que me iba quedando en uno de los momentos más complicados de mi vida. Pero sería finalmente esto lo que nos llevaría a un quiebre que nos tuvo separados por tres años.
Al momento de reencontrarnos se notaba que algo quedaba de aquellos sentimientos que llegaron a unirnos. Muchos no dejaron de sorprenderse cuando, pasados apenas unos meses de volver a hablarnos, durante una comida ella tomó mi plato y comenzó a cortar la carne para que yo no tuviera que hacerlo. Incluso pudimos compartir vacaciones sin que los problemas del pasado se hiciesen presentes.
Hoy estamos nuevamente alejados, pero las razones son muy distintas a las de la primera ocasión. Nuestras vidas han sido empujadas por caminos distintos. Pero mientras escribo esto ella se ha hecho presente, junto a la posibilidad de volver a encontrarnos, a hablar, a contarnos qué ocurrido y qué seguirá ocurriendo en nuestras vidas.
(continuará)

Parte IV: Ojos de miel.

Había pasado más de un año desde que Lobita se desvaneció lentamente. El taller de teatro seguía siendo mi sede, pero ahora ya no asistía como alumno, sino como asesor. Tenía acceso a la sala cada vez que quisiese ensayar y, ahora con mayor autoridad, mi importancia se hacía sentir.
Un renovado grupo de niñas había ingresado y nuevamente era uno de los centros de atención para ellas. Después de todo, ya estaba en cuarto medio y sólo el profesor tenía mayor cargo que yo. A pesar de esto, no estaba realmente interesado en imponerme, sino en formar un nuevo grupo que llenara mis espectativas artísticas. Dentro de la antigua sala había sólo una persona que lograba distraerme de tal objetivo.
Ella era la más alta de su grupo de amigas, pero no era por ello que lograba destacar. Su aspecto despreocupado, el pelo largo y desordenado, el cuerpo oculto bajo un grueso chaleco algunas tallas más grande eran vanos intentos por esconder la belleza y ternura de niña grande que salía a relucir en su risueño rostro.
No podía concentrarme cuando sentía sus almendrados ojos color miel observando cada uno de mis movimientos, como si estuviese desafiándome a perderme en su suave piel morena. Al momento de recorrer sus labios descubrí el secreto de su ternura infinita, pero de algún modo me sentía cohibido, impedido de continuar explorando a la chica de los ojos de miel. Le dije 'no más' una lluviosa tarde de junio, aunque no dejamos de vernos, de compartir momentos de amistad y cariño. Después de todo, compartíamos los mismos espacios, los mismos gustos, los mismos amigos. Sin embargo, nada volvió a ocurrir entre nosotros.
Ahora que los años han pasado, no puedo negar que me gustaría volver a perderme en su mirada de niña, en sus ojos de miel.
(continuará)

Parte III: Recuerdo de una obsesión.

Como mencioné anteriormente, el hecho de asistir a un colegio de hombres brindaba oportunidades para conocer niñas. Incluso existían espacios en los que, para satisfacción nuestra, la presencia femenina era permanente. Uno de estos espacios era el taller de teatro, instancia a la que me sumé a los 14 años y en la que logré destacar más que nada por mis esfuerzos sostenidos por superar la timidez crónica heredada de mi familia.
A los 15 años ya había ganado cierto rango dentro del taller, fruto de los logros obtenidos tras un año de trabajo, lo que lograba atraer a algunas de las chicas que asistían a la clase. Eso sí, el dedicar tanto tiempo al teatro generaba aspectos negativos, en especial el dejar de morar entre los árboles de la Plaza Brasil. Por esto llegó un instante en el que llegué a conocer a las chicas que asistían sólo cuando se unían al taller.
Lobita era una de aquellas chicas, ya que a pesar de estudiar frente a la plaza no llegué a conocerla hasta una tarde de abril. Ella huyó de clases de computación en su colegio para asistir al taller, razón por la que de un día para otro desapareció. Cuando comencé a extrañarla no tuve que hacer muchos esfuerzos para estar en contacto con ella, ya que me envió mensajes con una amiga para que nos reuniéramos. Era obvio que aquello llevaba su qué.
Ahora que miro hacia atrás, no me cuesta mucho recordar su rostro, su piel, sus labios. Me llegué a obsesionar con su piel pálida, su voz acogedora, la suavidad que encontraba en sus manos y sus besos, los más sinceros que había recibido hasta el momento. Solíamos pasar horas hablando de la vida, de nuestras vidas, pero nunca nos atrevimos a proyectar lo que sucedía entre nosotros. Quizás por eso las cosas fueron tomando otro rumbo.
Nos habíamos obsesionado el uno con el otro, nos obsesionamos con nuestro presente, con lo que vivíamos, con aquellas caminatas en que, sin proponérnoslo, extendíamos las cuadras que había entre la Plaza Brasil y su casa. Deseaba que el tiempo se detuviese para seguir recorriendo su rostro suave con mis besos.
El presente, como siempre, se volvió pasado. Las caminatas se hicieron más cortas, los besos más fríos, las caricias se desvanecieron. Parecía que el futuro no tenía nada que ofrecernos. Incluso el teléfono dejó de ser una escusa para hablarnos. Luego las noticias se hicieron esporádicas, hasta que finalmente nos alejamos.
A veces, cuando hay luna llena, me obsesionó con su recuerdo, con sus ojos, con su nombre.
(continuará)

Parte II: Amor Infantil

Este domingo se me ocurrió leer la revista 'Mujer', ya que aparecía una entrevista a la viuda del coronel Huber, pero hojeando en sus coloridas páginas llegué hasta el horóscopo. En el decía "Se ha cerrado totalmente en lo emocional, aunque no con algunos íntimos que comprenden su lucha. Ábrase a las posibilidades que le esperan tan pronto se dé cuenta que la vida no está acabada. Créalo o no, es sólo el principio", algo que se ajusta bastante al momento que vivo hoy, si bien comprendo la superficialidad que poseen los pronósticos astrológicos publicados en este tipo de medios. Las ideas allí expuestas me permiten continuar con mi análisis.
Hasta los 18 años no busqué seriedad en mis relaciones, sino mantener compañía a mi lado, explorar el mundo de la mujer a través de sujetos que comenzaban a explorar su propio mundo, su propia femeneidad. Así es como llegué a tener parejas esporádicas, sin sentir por ellas más que atracción y un cariño cercano a la amistad.
Al estudiar en un colegio de hombres, resultaba bastante fácil ser blanco de las miradas de las chicas de colegios cercanos, lo que dejaba el campo abierto a mi exploración y conquista tan superficial, pero que debo reconocer como parte de mi pasado, de mi aprendizaje emocional. Aproveché al máximo para descubrir el mundo de la mujer y, también, descubrirme y explotar mi admiración por ellas.
En este amor tan infantil, tan inmaduro, fui conociendo sus fortalezas y debilidades, sus imperfecciones y la apatía de muchas por superarlas. Es poco lo que llegan a sorprenderme ahora, y aquellas que lo logran se ganan mi profunda admiración y respeto. Bajo esta premisa me he mantenido muchos años, llevándome, eso sí, profundas decepciones. Pero también me he decepcionado de mí, en especial porque a muchas de estas primeras mujeres que estuvieron en mi vida apenas las recuerdo y tampoco hago muchos esfuerzos por recordar los pequeños detalles que me llevaron a ellas. Las generalicé.
Hoy, sin embargo, he deseado recordarlas, aunque tambiénen general, porque fueron parte de mi vida, lo compartido con ellas, lo aprendido, es un escalón más en la evolución que me ha llevado (o traído) a ser lo que soy.
Gracias, niñas.
(continuará)

Wednesday, April 12, 2006

Parte I: Mi Compañera

La negra llegó a mi vida una tarde de otoño, negándose a partir a pesar que ha pasado ya más de una década, una década unidos por lazos que para la mayoría parecen tan frágiles por más que el tiempo se ha encargado de demostrarles que aquellos están profundamente arraigados en nuestros corazones. La distancia física se hace tan evidente en muchas ocasiones, pero de algún modo continuamos conectados, como si el destino dejara su caprichosa marcha a un costado para permitirnos disfrutar del cariño que nos tenemos.
A la negra la adoro, a pesar de sus errores (y los míos), la adoro porque sin importar cuántos años han pasado ella se las ha arreglado para estar conmigo incluso en los instantes en que nadie más pudo o quiso quedarse. La adoro porque de algún modo hemos madurado juntos, pero al reunirnos parece que el tiempo se ha mantenido inmóvil y basta que en nuestros rostros se dibuje una sonrisa para retornar una década.
Debo reconocer que alguna vez todo ese amor contenido traspasó los límites de la amistad, llegando a probar sus fugaces labios. Aún así, nuestra amistad siguió igual de fuerte tras las más duras pruebas a las que pueden enfrentarse una mujer y un hombre que comparten una relación así.
Luego de tantos años, no me sorprendería que termináramos casados, pero tampoco resultaría extraño que nuestra amistad perdure por los años que nos quedan por vivir. Lo cierto es que sin importar cómo termine (o continúe, para ser más precisos) nuestra historia, siempre ocuparemos un lugar importante en el corazón del otro.
Morena mía, te quiero un montón. Desde la distancia te mando un abrazo rande, rande y un besote infinito, cosa que no te olvides que no te olvido y que no olvido que no me olvides. Te amo, negrita.
(continuará)

Abril, mi mes del (anti)Amor

No podrían ser menos claros los motivos por los que este mes es clave para mis sentimientos, sólo sé que no puedo quedarme sin hacer algo, al menos tratar de comprender el porqué de mi actual situación.
Llevo algún tiempo sintiéndome como cigarrillo sin fuego, incluso en ocasiones como fuego sin cigarrillo -aclaro que me da más lata pedir un cigarrillo que pedir fuego-, algo me falta, algo se me ha perdido. Algo o alguien.
He intentado creerme el cuento que algunos han planteado sobre mí, el del lobo solitario que sólo tiene compañeras esporádicas y no valora a la familia. Lo cierto es que no puedo ser así, no me es posible proyectarme al futuro por mi cuenta, careciendo de alguien con quien compartir mis logros. Debo reconocer que no estoy con mi familia, pero aquello no implica que no quiera construir un proyecto mejor que el que me ha tocado vivir.
Para algunos Abril implica cogollos mil (podrían rajarse con alguno), pero para mí es un instante crítico en el aspecto emocional. Si bien llevo meses reflexionando sobre esto, es ahora, en las tardes calurosas y las noches heladas, en los árboles llorando sus hojas, en el cielo cada vez más oscuro, que le tomo el peso a lo que ocurre en mi vida.
Durante este mes iré desarrollando estas ideas, mientras recuerdo a algunas mujeres que han marcado mi vida.
(continuará)

Sunday, April 02, 2006

Espacios públicos y represión.

Desde hace algún tiempo la universidad ha adoptado una política que, en términos concretos, resta las posibilidades de los estudiantes para utilizar los espacios dentro de la PUC. Casos como los matrimonios en Oriente o el cobro por el uso del quincho de San Joaquín son claros ejemplos de ello, y podríamos continuar.
Durante la segunda semana de marzo, y como forma de recibir a los novatos de Humanidades, los cuatro Centros de Estudiantes realizaron una serie de actividades que incluyeron una fiesta. Tras esta actividad, cuatro personas que trabajan en los CCEE -entre ésas me encontraba presenciando el asunto-, se quedaron para realizar la limpieza del patio, cosa de no recargar a las tías del aseo y como parte del compromiso hecho con Donald Greig, administrador del campus San Joaquín. Misma tarea habíamos hecho el día anterior luego de una tocata, por lo que seguimos el mismo procedimiento: avisar a la central que nos quedaríamos para limpiar.
Sin embargo, en esta segunda ocasión, se presentó una camioneta y varios guardias con la intención de sacarnos del recinto , cuando recién comenzábamos la tarea del aseo, y se generó una larga discusión. Eran ya cerca de las 00:30 cuando el efectivo a cargo llamó al administrador a su casa para informarle de nuestra presencia, tras lo que la universidad se "ofrecía" a trasladarnos en taxi a nuestras casas, que en caso de algunos de nosotros hubiese superado los $20.000, suma que habríamos tenido que cancelar después.
Comprendemos que la labor de los guardias es mantener la seguridad dentro del campus, pero consideramos exagerado el modo en que se trató el asunto, en especial al tomar en cuenta que ellos tenían en su poder todos nuestros datos en caso que pasara algo. A la mañana siguiente se presentó en el auditorio de la Facultad el rector, Pedro Pablo Rosso, para entregar los premios Padre Hurtado, y con la cantidad de basura que había, las tías no hubiesen alcanzado a asear antes de su llegada.
Si bien finalmente pudimos limpiar el espacio ocupado y quedarnos en las oficinas, debido a la imposibilidad de marcharnos a la hora que terminamos la tarea, quedamos con el amargo sabor de sentirnos presionados, a pesar de realizar una colaboración a las tías del aseo y cumplir con el compromisos que hicimos para ocupar el espacio, ya que es nuestro espacio y hay que cuidarlo como tal.
Daniel Gallegos
Geografía
Carlos Morales
Historia