Tuesday, April 18, 2006

Parte V: High school sweetie

Los años parecen volverse nada al traer a la memoria algunos recuerdos. De algún modo, sigo cuestionándome hoy por qué la pequeña venezolana estaba tan deseosa por presentarme a su hermanastra, si bien el encuentro entre ambos se dio hace casi ocho años.
Fue la tarde del viernes 2 de octubre de 1998, luego de ponernos de acuerdo para reunirnos y pasando por encima de las miles de cosas que debíamos hacer aquella tarde. Si bien la había visto un par de veces antes, no fue hasta aquel día que se presentaría en mi vida de forma avasalladora. La idea era juntarnos a hablar unos minutos, pero mientras caminaba hacia el gimnasio, lugar donde tenía clases, no pude dejar de pensar en ella y regresé hasta el lugar donde nos habíamos reunido, donde la encontré aún sentado, como si hubiese sabido que volvería.
Las horas pasaron lentamente, como si el tiempo quisiese que disfrutásemos aún más aquel encuentro y los miles de temas que tocamos en nuestra conversación, pero llegado el momento de marcharnos ninguno parecía satisfecho ante la dificultad de separarnos. Me perdí en sus ojos por enésima vez, buscando algo que me dijera que aquel momento se repetiría. Tomé su mano para no dejarla partir y el contacto entre ambos nos hizo temblar porque, después de todo, nos habíamos convertido en un par de adolescentes enamorados. Aún así, estábamos obligados a entregarnos a la racionalidad y condenarnos a esperar un futuro encuentro.
No volví a verla hasta el martes siguiente (los lunes mi curso solía estar castigado), al perdernos en un beso interminable. Así continuamos durante meses, a pesar de los numerosos problemas que rodeaban nuestra relación. Fuera de la familia, el que ella hubiese salido con uno de mis compañeros de curso generaba roces dentro de la sala de clases que terminaron por resquebrajar el delicado equilibrio que existía entre los desordenados y los carreteros.
Me es difícil encontrar palabras con las que pueda siquiera acercarme a la descripción de lo que sentía por ella. Incluso Amor se vuelve un concepto demasiado frágil, demasiado pequeño, demasiado volátil. Lo cierto es que me entregué a nuestra relación para darle todo lo que era, toda la felicidad que me iba quedando en uno de los momentos más complicados de mi vida. Pero sería finalmente esto lo que nos llevaría a un quiebre que nos tuvo separados por tres años.
Al momento de reencontrarnos se notaba que algo quedaba de aquellos sentimientos que llegaron a unirnos. Muchos no dejaron de sorprenderse cuando, pasados apenas unos meses de volver a hablarnos, durante una comida ella tomó mi plato y comenzó a cortar la carne para que yo no tuviera que hacerlo. Incluso pudimos compartir vacaciones sin que los problemas del pasado se hiciesen presentes.
Hoy estamos nuevamente alejados, pero las razones son muy distintas a las de la primera ocasión. Nuestras vidas han sido empujadas por caminos distintos. Pero mientras escribo esto ella se ha hecho presente, junto a la posibilidad de volver a encontrarnos, a hablar, a contarnos qué ocurrido y qué seguirá ocurriendo en nuestras vidas.
(continuará)

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