Sunday, May 07, 2006

Parte VIII: La bifurcación del placer.

Abril ha quedado atrás, sin lluvias mil y con la presencia constante de esta horrible sensación de vacío que aún no puedo sacarme del alma. Si bien existieron otros momentos de mi corta vida en que me sentí así, hay uno en especial, de hace ya un lustro, que viene a mi mente.
El tortuoso año anterior había quedado atrás, en gran medida gracias a las dos semanas que pasé en el sur de Chile, viaje que me ayudó a cicatrizar muchas heridas del pasado y comenzar a trazar un nuevo futuro. Sin embargo, primero quería dar un respiro, descansar, disfrutar de un buen carrete sin mayores presiones, aun cuando me sentía extraño haciéndolo. Sería cerca de la mitad del año que ella aparecería en mi vida -mejor dicho, reaparecería-, para acompañarme en este profundo deseo de divertirme.
Nuestras familias se conocían desde que no éramos más que unos niños, por lo que tras tantos años no resultaba extraño verme rondando su casa un día sábado para tomar un par (por decir un número) de cervezas. Por otro lado, su hermano menor y yo éramos grandes amigos y compañeros de trabajo.
Desde el primer momento en que nos encontramos, siendo ya adolescentes -anteriormente sólo habían sido visitas esporádicas-, hubo algo que me llamaba a abalazarme sobre aquella mujer. No era precisamente algo físico, sino una sensación de piel, algo inconsciente que dominaba por sobre cualquier otra cosa. Aquel encuentro no llevó a algo más allá que una simple semana de besuqueos infantiles.
Años más tarde, sin embargo, las cosas serían diferentes, ya que el tiempo del que disponíamos se había hecho aún más amplio. Por esa razón, y en la simpleza del asiento delantero de un automóvil, las cosas entre nosotros tomaron un nuevo cariz. A partir de ese instante las visitas a su casa se hicieron más frecuentes, ya que no sólo me dirigía a su casa para la cerveza del sábado, visitas que además se veían potenciadas por la cercanía de nuestras casas.
Con ella pude explorar más que con mis anteriores parejas, en especial por todo el tiempo que nos entregaban los trabajos de nuestros padres o las constantes salidas de nuestros hermanos menores. Pero más allá de lo "entretenidos" que fuesen nuestros momentos juntos, habían elementos que me llevaron a despreciar aquellas tardes en que nos dedicábamos a la constante exploración de nuestros cuerpos desnudos.
La ausencia de sentimientos en nuestras acciones parecían afectarme profundamente. Era tiempo de dejar de divertirme tanto, de retomar el camino que había comenzado a trazarse hacía un año, de reingresar a la u y darme cuenta que la adolescencia era un tiempo pasado.
En momentos como éste no puedo negar que me gustaría, por instantes, volver a aquellos tiempos en que no importaba nada más que estar con ella, sin preocuparme de una pasado lleno de cicatrices o un futuro problemático. Pero la madurez me obliga a seguir adelante y dejar esto como lo que es, un recuerdo que forma parte de mí, pero que ya no será más.
(continuará)

No comments: