Saturday, April 28, 2007

Eterno Retorno

Las tareas se terminaron (por el momento) y estoy agotado, de nada y de todo, esclavo aún de la angustia que provoca el evocar. No es lo mismo escribir con un sentimiento que hacerlo sobre él, sobre sus causas y consecuencias. Me es más fácil proyectarlo en otros que relatar las cosas tal como me han ocurrido.

Dejé muchos símbolos en estos siete relatos -en unos más que en otros-, los dejé para quienes me leen a pesar de mi cursilería infinita y para quienes comienzan ahora a hacerlo. Después de todo mi historia es cursi y llena de simbolismos en mi actuar, y no puedo dejar de pensar en ello mientras escribo.

Debo ser sincero: extraño los bosques, extraño el mar, extraño la lluvia. Por momentos siento que ni siquiera la próxima llegada de la luna llena podría darme algo de paz. Cuando llegue la noche y te vea, querida Madre Luna, lloraré por ofenderte así. Bosques para dar rienda suelta a mis instintos, mar para adormecerme, lluvia para limpiar mi alma. Madre Luna para cuidarme en el solitario camino.

Quiero cerrar los ojos y pensar sólo en quererme, pero siento que el tiempo se me escapa de las manos. El tiempo no me pertenece, nunca lo hará, ¿y yo? ¿me pertenezco? ¡Maldición!... parece que no. Siendo así las cosas, creo que sólo podré regalarme un ojalá y seguir postergándome, hasta que alcance mis sueños (nunca), hasta perderme en su cuerpo de mujer imposible (nunca), hasta cambiar el mundo (nunca), hasta que me toque el silencio (nunca), hasta el momento que nunca vendrá (jamás).

Sería mejor la soledad, sería mejor la oscuridad. Al menos eso he llegado -por instantes- a creer, si bien confío que pronto encontraré nuevos bríos, cuando vea la luna, cuando llegue la lluvia. Volveré a confiar pronto, pero por ahora prefiero no hacerlo.
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*Volá de cloro, como siempre... hasta 7M3 y Poe se me vinieron a la cabeza...

Thursday, April 26, 2007

La destrucción del Amor


Puede decirse que la de ellos es una historia como la de cualquier otra pareja, como cualquier relato de los que deambulan por libros, películas, blogs y rumores. Dos personas se conocen, se enamoran, salen por un tiempo, se desenamoran y finalmente se alejan. Sin embargo, para quienes fueron testigos de esta relación sin resúmenes, fue una experiencia algo complicada, y es que ambos preferían tomar decisiones complicadas.



Para algunos todo comenzó en la casa de un amigo mutuo, pero es más correcto decir que el viejo puerto fue testigo del comienzo de su idilio. Después de todo, aquella noche se planteó como el escenario perfecto: la primera noche de primavera, la luna llena deslizándose en el cielo de Playa Ancha, el mar bramando sobre las rocas de la costanera. Tras ese encuentro, no resulta difícil ver cómo es que los meses siguientes fueron de romance perfecto. Desgraciadamente, ninguno de los dos era tan perfecto como se idealizaban, por lo que su relación se volvió tortuosa, no sólo para ellos, sino también para quienes les rodeaban. Pero seguían juntos.



Toda su historia se extiende por más de dos años, pero basta decir sólo que la simpleza del esquema presentado no es suficiente para describir el significado que tiene cada una de las etapas. Durante el día, ella quería ocultar que seguían juntos -si bien todos podían darse cuenta que era así-, por la noche la pasión volvía a habitar su desidioso corazón. Por otro lado, a él todo y todos le decían que debía terminar, pero de algún modo su idealismo seguía vivo, esperando que el mundo se sumiera en una noche eterna.



Fue necesario un último gesto de petulancia para que él se alejara en aquella tarde de noviembre. Fueron necesarios varios meses de desprecio para que ella se diera cuenta de una vez que él no quería saber más de ella, ni siquiera como ser humano.



Ahora son miles de kilómetros los que los separan, en el espacio y en su corazón.

Sonrisa maldita (sólo un sueño)

Los gritos de horror al fin me detienen.


Miro mis manos y en ellas encuentro mi carne viva, desnuda. Toda la piel se ha gastado por haber golpeado cuanto se me puso por delante, el frío aire nocturno, las baldosas negras de los pasillos, su rostro, su cráneo, sus falaces discursos.


En aquel rostro desfigurado ya no es posible ver la sonrisa con que humillaba a quienes lo rodeaban, ninguna palabra sale de su boca buscando ganarse a los más inocentes, sus ojos ya no brillan como gesto de ambición. En mis manos, la sangre de ambos.


Está muerto, estoy seguro que está muerto. Mientras soy levantado por brazos desconocidos le escupó a la cara -o lo que queda de ella- para hacer más indigna su partida de este mundo. Nadie quiere mirar el cuerpo que está en el suelo... ahora, ahora que él ya no está, todos los ojos están sobre mí.


Entre la multitud la veo, sus pequeños ojos fijos en los míos, cómplices mas sin querer responsabilizarse. Esta muerte me pertenece y tenía claro que así sería.


Camino y nadie se atreve a detenerme. Ni un susurro acusatorio sale de la boca de los presentes, como si todos comprendieran por fin que mis acciones traerán un poco de paz. Mis manos ensangrentadas, heridas, culpables, asesinas abren la puerta del baño y luego se dan a la tarea de abrir la llave del agua, sin importar el dolor que siento.


Como puedo mojo mi rostro, pero al levantar la vista lo veo a él reflejado en el espejo, riendo mientras lavó mis lágrimas e intento calmar la amargura y la rabia que me invaden. Alguien entra a detenerme mientras me abalanzo contra él... lo veo desvanecerse tras la puerta con su sonrisa maldita.


En el baño contiguo, ella también llora...


Mi mente jugó una vez más con mis deseos, con mis sentimientos. Por una vez me hubiese gustado que lo visto fuese verdad, sin importar las consecuencias.

High school sweetie

Los años parecen volverse nada al traer a la memoria algunos recuerdos. De algún modo, sigo cuestionándome hoy por qué la pequeña venezolana estaba tan deseosa por presentarme a su hermanastra, si bien el encuentro entre ambos se dio hace casi ocho años.
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Fue la tarde del viernes 2 de octubre de 1998, luego de ponernos de acuerdo para reunirnos y pasando por encima de las miles de cosas que debíamos hacer aquella tarde. Si bien la había visto un par de veces antes, no fue hasta aquel día que se presentaría en mi vida de forma avasalladora. La idea era juntarnos a hablar unos minutos, pero mientras caminaba hacia el gimnasio, lugar donde tenía clases, no pude dejar de pensar en ella y regresé hasta el lugar donde nos habíamos reunido, donde la encontré aún sentado, como si hubiese sabido que volvería.

Las horas pasaron lentamente, como si el tiempo quisiese que disfrutásemos aún más aquel encuentro y los miles de temas que tocamos en nuestra conversación, pero llegado el momento de marcharnos ninguno parecía satisfecho ante la dificultad de separarnos. Me perdí en sus ojos por enésima vez, buscando algo que me dijera que aquel momento se repetiría. Tomé su mano para no dejarla partir y el contacto entre ambos nos hizo temblar porque, después de todo, nos habíamos convertido en un par de adolescentes enamorados. Aún así, estábamos obligados a entregarnos a la racionalidad y condenarnos a esperar un futuro encuentro.

No volví a verla hasta el martes siguiente (los lunes mi curso solía estar castigado), al perdernos en un beso interminable. Así continuamos durante meses, a pesar de los numerosos problemas que rodeaban nuestra relación. Fuera de la familia, el que ella hubiese salido con uno de mis compañeros de curso generaba roces dentro de la sala de clases que terminaron por resquebrajar el delicado equilibrio que existía entre los desordenados y los carreteros.

Me es difícil encontrar palabras con las que pueda siquiera acercarme a la descripción de lo que sentía por ella. Incluso Amor se vuelve un concepto demasiado frágil, demasiado pequeño, demasiado volátil. Lo cierto es que me entregué a nuestra relación para darle todo lo que era, toda la felicidad que me iba quedando en uno de los momentos más complicados de mi vida. Pero sería finalmente esto lo que nos llevaría a un quiebre que nos tuvo separados por tres años.

Al momento de reencontrarnos se notaba que algo quedaba de aquellos sentimientos que llegaron a unirnos. Muchos no dejaron de sorprenderse cuando, pasados apenas unos meses de volver a hablarnos, durante una comida ella tomó mi plato y comenzó a cortar la carne para que yo no tuviera que hacerlo. Incluso pudimos compartir vacaciones sin que los problemas del pasado se hiciesen presentes.

Hoy estamos nuevamente alejados, pero las razones son muy distintas a las de la primera ocasión. Nuestras vidas han sido empujadas por caminos distintos. Pero mientras escribo esto ella se ha hecho presente, junto a la posibilidad de volver a encontrarnos, a hablar, a contarnos qué ha ocurrido y qué seguirá ocurriendo en nuestras vidas.

Wednesday, April 25, 2007

Agua y sangre

'¡¡Todo es tu culpa!!'
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El grito de su madre sigue torturándolo, aun horas después de oírla descargar sobre él toda su ira. Encerrado en la soledad del baño, cautivo por lágrimas que parecen volverse infinitas, su ropa aún tirada en el pasillo, ha buscado bajo el agua el alivio que ésta ha dado a sus tristezas desde niño. Sin embargo, por vez primera siente que el tibio roce de las gotas que se escapan de la ducha no lograrán alejar de su alma el dolor.
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La angustia que por tantos meses lo ha perseguido captura al fin su corazón, desgarrándolo con inusitada voracidad. Atrapado por horribles sentimientos, pagando los pecados del padre, atormentado a diario por la tristeza de su madre. Su puño azota violentamente la pared con cada recuerdo que lo invade, con cada uno de los gritos de su madre.
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'¡Me postergué porque tú naciste!'

'¡Tu padre se fue por tu culpa!'
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'¡Todo es tu culpa!'
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Vestido completamente de negro se aleja de la casa conduciendo con rumbo desconocido. Su mano está destrozada y aún sangrando, pero es incapaz de hacer caso a un dolor tan insignificante. Un cigarrillo enciende la noche, un grito distante apaga la esperanza.

Tuesday, April 24, 2007

Partners in crime (locura creativa)

La tarde apenas comenzaba cuando sonó el timbre del departamento. Connor vio interrumpida su solitaria lectura ante el creciente escándalo que se había generado fuera de su habitación, por lo que dejó el libro sobre la cama y abrió la puerta para averiguar qué sucedía. No hubo de parte de su hermano -o uno de los otros chicos- aviso alguno sobre la llegada del grupo de mujeres que, sorprendiéndolo con su arribo, lo saludaban alegremente desde el rincón opuesto del pasillo. La mirada del joven se concentró casi por inercia en el cuerpo coqueto y breve de Josefina, pero sus ojos pronto perdieron todo rastro de lascivia, como si presintiera que ella merecía mucho más que un furtivo flirteo veraniego.


Connor encontraba ahora renovadas energías, comenzaba a disfrutar de aquellas vacaciones a las que en un primer momento se negó a adherir. Josefina acompañaba a su espíritu atormentado en los diarios paseos por las atiborradas calles de Viña, una ciudad demasiado ajena para ambos. Aún en la eterna jarana del departamento prohibido (si el abuelo supiese), siempre parecían capaces de encontrar la excusa perfecta para perderse en una nueva conversación.


El fin del verano parecía traer también término a su incipiente amistad, convertida por un tiempo en esporádicas noticias. Sin embargo, el destino volvía a reunirlos una mañana de marzo, en un lugar inesperado. Entregados al tiempo comenzaban a escribir nuevamente en una página que parecía olvidada para siempre, ella cargada de elaborada prosa, él con sus historias narradas con más instinto que técnica. Cuando los años trajeron consigo oscuros días y la tristeza los atacó con su acostumbrada voracidad, ambos supieron acompañarse y hacer todo más llevadero.


Invadidos por una pasión que creativa que rozaba la locura, Josefina y Connor compatieron canciones, cuentos, poesías, incluso risas y lágrimas. No fueron pocas las ocasiones en que las horas y las fuerzas se hicieron escasas para proseguir sus acostumbradas charlas, pero refugiados en la seguridad de la llegada de un nuevo día partían a sus hogares en busca de descanso, confiando en la continuación de su historia infinita.


La tristeza volvería a tocarlos. Connor debía partir hacia un nuevo destino, alejado de sus diarios encuentros con su compañera de delitos creativos. De entre todos los cercanos, Josefina fue la única que sintió vio sus ojos empañados en lágrimas, capturados por la angustia de no verlo nuevamente llegar con su guitarra para entonar juntos una canción desconocida. Pero a pesar de la distancia, a pesar de la ausencia, a pesar de ver sus encuentros mermados, ellos se han mantenido juntos, escribiendo una historia de aquellas que parecen imposibles.


Después de todo, siempre habrá café y cigarrillos esperando a Josefina Herborn y Connor Owen Riley.

Sunday, April 22, 2007

Viajero infinito

Por un instante mi mente se ve secuestrada por el horrible pensamiento que me ha perseguido desde niño: 'estoy en el lugar equivocado'. Sin embargo, basta con bajar de la pequeña lancha para descubrir que la razón no tiene cabida entre los altos árboles que se alzan imponentes ante mis atónitos ojos. Una llovizna veraniega llega a rozar mi rostro con amabilidad, limpiando las heridas que en mi alma deja el morar en la horrible ciudad. Dejo atrás los miedos para lanzarme a recorrer las casi imperceptibles sendas de aquel paraje desconocido, sintiendo como los minutos acrecientan el deseo de desvanecerme en los secretos bosques de helechos, en las frías cascadas, invisible por siempre para el vertiginoso ritmo de la metrópolis posmoderna. Cansado de sobrevivir, he encontrado un lugar donde me siento vivo una vez más.
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Me arrojo al suelo en busca del aroma que expele la tierra húmeda, recuerdo de los juegos que acompañaron los viajes australes de mi infancia. La brisa que se desliza entre los árboles llega a golpear mi rostro sacando el mal que busca impedirme disfrutar esta renovada libertad. La llovizna ha cesado, la noche está presta a arribar a un cielo que se abre esperando su paz. La luna ha retomado su marcha celestial, esparciendo destellos de plata por entre las nubes que se han negado a retirarse. Perdido en el mundo onírico -Selene, mi madre estelar, vigila mi sueño- puedo sentir aún el lejano golpeteo de las breves olas contra los cimientos de la pequeña caleta.
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Libre, puedo ser libre lejos de la ciudad que me vio nacer. En esa sensual geografía, en ese mundo de historias secretas es que logro reencontrarme con los oscuros rincones de mi alma, entregarles la luz que por tanto tiempo se les ha negado. Ante mis ojos consigo ver pasado y futuro, retomar el destino que una vez más se escapaba de mis temblorosas manos. Cierro los ojos y descubro la esquiva tranquilidad, en ese exilio voluntario vuelvo a soñar con la vida que dejé atrás antes siquiera de empezarla. Nunca debí renunciar a ella.
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En la agotadora vida de la urbe maldita -y como ocurrió a tantos otros antes- olvidé mis alegrías, mis esperanzas, mis anhelos. Vuelvo a ellos con un grito de guerra: ¡Santiago, ciudad maldita, no te pertenezco!

Wednesday, April 18, 2007

Perico de los Palotes

Sentado en el fondo de la ruidosa sala, el niño se hunde en su silla intentando inútilmente evitar el aburrimiento y la soledad. Los últimos meses no ha hecho más que arrepentirse de haber deseado entrar al colegio en que estudian sus primos, oculto en rincones donde nadie puede oír su llanto. El niño quiere aprender, pero sólo ha cuestionado ese lugar donde no hace nada, donde el único objetivo parece ser gastar una nueva hoja de cuaderno con rayas fútiles. Para el resto de los pequeños no es fácil entender que uno de ellos no quiera jugar y prefiera quedarse leyendo en el aula.
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La semana ya termina. La profesora ha comenzado a revisar los cuadernos llenos de palotes, pero en las páginas de uno de ellos descubre oscuros dibujos y pensamientos que expresan el dolor, la soledad, la desesperación de un pequeño. Ella, sin embargo, se siente incapaz de ayudarle porque aunque el niño ya sabe leer y escribir, el resto de los pequeños apenas comienza a trazar las vocales. Sabe que él sólo es feliz con sus libros, huyendo a lejanos mundos de ficción.
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Atrapado por su imaginación, el pequeño ha dejado de comer, de dormir, de sentir. Al despertar en un frío cuarto de hospital sólo es capaz de pensar en sus libros, amigos ausentes en el silencio aterrador que lo rodea. Un lápiz y un pequeño cuaderno que alguien ha dejado junto a su cama son la única compañía que encuentra en aquel lugar desconocido, así que los toma torpemente -su fuerza consumida por la extraña enfermedad que lo aqueja- para comenzar a escribir y dibujar la habitación que lo encierra. A las pocas visitas que llegan a verlo no hace más que pedirles un solitario libro que lo aleje de ese lugar, pero debe conformarse con las coloridas páginas del Libro Gordo de Petete.
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Días después ha salido del hospital para volver a clases. Su madre se preocupaba de lo alejado que estaría de sus pequeños compañeros al momento de regresar, pero al entrar a la sala el niño vuelve a encontrar la misma decepción que lo acompañó desde el primer día de clases. Levanta la vista y camina hacia el fondo de la sala, donde lo espera su puesto. Ninguno de sus compañeros se atreve a reprocharlo cuando abre su mochila y saca nuevo libro, un nuevo mundo que lo alejará de los palotes.
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Veinte años han pasado. El niño de ayer toma su cuaderno y comienza a escribir, a dibujar algún recuerdo en la orilla de la página. Aún quiere aprender, aún se sienta solo a leer.

Haciendo las tareas: Historia de Vida.

Nueva universidad, nuevos cursos, nuevas tareas... así que aquí vamos.
En el taller de Derechos Humanos y Formación Ciudadana nos pidieron que escogiéramos 7 momentos que hayan marcado nuestra vida y que los expresáramos de manera que resaltaran los sinificados que ellos poseen en la conformación de nuestra identidad personal. No me quise cabecear mucho, así que decidí escribir siete relatos que hablan de situaciones y personas que han marcado mi vida.
Como parte de este proceso de comunicación es que he decidido subirlos, así que a continuación pueden leerlos y cachar qué onda con mi vida.
C. Riley