Tuesday, April 24, 2007

Partners in crime (locura creativa)

La tarde apenas comenzaba cuando sonó el timbre del departamento. Connor vio interrumpida su solitaria lectura ante el creciente escándalo que se había generado fuera de su habitación, por lo que dejó el libro sobre la cama y abrió la puerta para averiguar qué sucedía. No hubo de parte de su hermano -o uno de los otros chicos- aviso alguno sobre la llegada del grupo de mujeres que, sorprendiéndolo con su arribo, lo saludaban alegremente desde el rincón opuesto del pasillo. La mirada del joven se concentró casi por inercia en el cuerpo coqueto y breve de Josefina, pero sus ojos pronto perdieron todo rastro de lascivia, como si presintiera que ella merecía mucho más que un furtivo flirteo veraniego.


Connor encontraba ahora renovadas energías, comenzaba a disfrutar de aquellas vacaciones a las que en un primer momento se negó a adherir. Josefina acompañaba a su espíritu atormentado en los diarios paseos por las atiborradas calles de Viña, una ciudad demasiado ajena para ambos. Aún en la eterna jarana del departamento prohibido (si el abuelo supiese), siempre parecían capaces de encontrar la excusa perfecta para perderse en una nueva conversación.


El fin del verano parecía traer también término a su incipiente amistad, convertida por un tiempo en esporádicas noticias. Sin embargo, el destino volvía a reunirlos una mañana de marzo, en un lugar inesperado. Entregados al tiempo comenzaban a escribir nuevamente en una página que parecía olvidada para siempre, ella cargada de elaborada prosa, él con sus historias narradas con más instinto que técnica. Cuando los años trajeron consigo oscuros días y la tristeza los atacó con su acostumbrada voracidad, ambos supieron acompañarse y hacer todo más llevadero.


Invadidos por una pasión que creativa que rozaba la locura, Josefina y Connor compatieron canciones, cuentos, poesías, incluso risas y lágrimas. No fueron pocas las ocasiones en que las horas y las fuerzas se hicieron escasas para proseguir sus acostumbradas charlas, pero refugiados en la seguridad de la llegada de un nuevo día partían a sus hogares en busca de descanso, confiando en la continuación de su historia infinita.


La tristeza volvería a tocarlos. Connor debía partir hacia un nuevo destino, alejado de sus diarios encuentros con su compañera de delitos creativos. De entre todos los cercanos, Josefina fue la única que sintió vio sus ojos empañados en lágrimas, capturados por la angustia de no verlo nuevamente llegar con su guitarra para entonar juntos una canción desconocida. Pero a pesar de la distancia, a pesar de la ausencia, a pesar de ver sus encuentros mermados, ellos se han mantenido juntos, escribiendo una historia de aquellas que parecen imposibles.


Después de todo, siempre habrá café y cigarrillos esperando a Josefina Herborn y Connor Owen Riley.

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