Sunday, April 22, 2007

Viajero infinito

Por un instante mi mente se ve secuestrada por el horrible pensamiento que me ha perseguido desde niño: 'estoy en el lugar equivocado'. Sin embargo, basta con bajar de la pequeña lancha para descubrir que la razón no tiene cabida entre los altos árboles que se alzan imponentes ante mis atónitos ojos. Una llovizna veraniega llega a rozar mi rostro con amabilidad, limpiando las heridas que en mi alma deja el morar en la horrible ciudad. Dejo atrás los miedos para lanzarme a recorrer las casi imperceptibles sendas de aquel paraje desconocido, sintiendo como los minutos acrecientan el deseo de desvanecerme en los secretos bosques de helechos, en las frías cascadas, invisible por siempre para el vertiginoso ritmo de la metrópolis posmoderna. Cansado de sobrevivir, he encontrado un lugar donde me siento vivo una vez más.
**
Me arrojo al suelo en busca del aroma que expele la tierra húmeda, recuerdo de los juegos que acompañaron los viajes australes de mi infancia. La brisa que se desliza entre los árboles llega a golpear mi rostro sacando el mal que busca impedirme disfrutar esta renovada libertad. La llovizna ha cesado, la noche está presta a arribar a un cielo que se abre esperando su paz. La luna ha retomado su marcha celestial, esparciendo destellos de plata por entre las nubes que se han negado a retirarse. Perdido en el mundo onírico -Selene, mi madre estelar, vigila mi sueño- puedo sentir aún el lejano golpeteo de las breves olas contra los cimientos de la pequeña caleta.
**
Libre, puedo ser libre lejos de la ciudad que me vio nacer. En esa sensual geografía, en ese mundo de historias secretas es que logro reencontrarme con los oscuros rincones de mi alma, entregarles la luz que por tanto tiempo se les ha negado. Ante mis ojos consigo ver pasado y futuro, retomar el destino que una vez más se escapaba de mis temblorosas manos. Cierro los ojos y descubro la esquiva tranquilidad, en ese exilio voluntario vuelvo a soñar con la vida que dejé atrás antes siquiera de empezarla. Nunca debí renunciar a ella.
**
En la agotadora vida de la urbe maldita -y como ocurrió a tantos otros antes- olvidé mis alegrías, mis esperanzas, mis anhelos. Vuelvo a ellos con un grito de guerra: ¡Santiago, ciudad maldita, no te pertenezco!

No comments: