Saturday, September 22, 2007

Memoria vs. delincuencia


Han pasado casi 35 años, pero aún así el 11 de septiembre continúa siendo una fecha controversial, y es que después de todo los hechos acaecidos en 1973 marcaron nuestra historia con dolor, muerte y divisiones que incluso hoy se ven expresadas en el seno de muchas familias. Para algunos este día es motivo de celebración por el retorno de sus privilegios, para otros trae la tristeza ante la desaparición de la esperanza y de tantos que lucharon por ella. Sin embargo, con el correr de los años hemos visto que nuevas razones, ajenas a la memoria, han venido a teñir de rojo en el calendario una instancia que debería invitarnos a la reflexión.



A nadie dejó de afectar que durante la conmemoración del 2006 una bomba molotov fuese arrojada contra La Moneda, trayendo a la memoria el feroz incendio que simboliza la caída del gobierno constitucional y el inicio de la dictadura. Es claro que quien arrojó tal objeto presta poca importancia al sentir de los que año a año recuerdan a sus muertos -expresados cada 11 de septiembre en la figura de Salvador Allende-, provocando con su acto indignación y dolor no sólo en los presentes sino además en la generalidad de la población chilena. Actos de este tipo pareciesen salir de la mente de quienes apoyaron la dictadura y no de los que recordamos con congoja lo ocurrido en ese periodo.




Por desgracia este año no podemos decir que las cosas han sido diferentes. Lo ocurrido el 2006 fue causal directa del cerco que el pasado 9 de septiembre se impuso a quienes acostumbran marchar frente a Morandé 80, sumado eso sí a la mente siniestra de Belisario Velasco (encarnación de la idea de El Príncipe de Macchiavelo). Pero eso no es todo, y es que el saldo de más de 300 detenidos y un carabinero que nos ha dejado el 2007 no hacen más que dar la razón al Ministro del Interior a la hora de utilizar 'razones de Estado'. El 11 de septiembre ha dejado de ser una fecha para la memoria, entregando todo su peso simbólico a una delincuencia que poco o nada tiene que ver con los ideales de quienes cayeron por la dictadura. De hecho, no deja de ser paradójico lo mucho que nos recuerdan al terror que ejercían en la población los aparatos represivos de los tiempos de Pinochet.




Cada 11 de septiembre miles de chilenos se ven forzados a someterse a las reglas impuestas por el lumpen, delincuentes comunes que no hacen más que degradar la memoria en favor de la violencia injustificada y el saqueo generalizado. Sin importar derechas o izquierdas, la población se ve afectada por igual ante el horror que causan estos vándalos armados con piedras, molotovs e, incluso, fusiles de asalto. Es por esta absurda razón que la familia del cabo Vera ha sido dejada sin un padre, un esposo, un hijo, atacado en la oscuridad por un puberto ignaro que ni siquiera tenía conciencia al llegar la trancisión y justificó su actuar en la sola posesión de un arma con la cual delinquir.




Ante tal situación no es causa de sorpresa que la derecha más reaccionaria e inculta pida que saquen a los militares a las poblaciones, si bien en lo personal prefiero sumarme a la petición que hicieron a comienzos de año los padres de Eduardo y Rafael Vergara, cuya muerte se conmemora el 29 de marzo en el día del joven combatiente (otra fecha problemática): No usen la memoria de nuestros muertos, no violen el recuerdo de nuestros caídos, no justifiquen su violencia con nuestro dolor. Para eso ya nos basta con el "perro muerto" que siguen haciendo muchos.

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