Saturday, September 22, 2007

Recuerdos


No suelo concordar con la Flores, pero al oírla decir que las cosas estaban ocurriendo tal como en aquella ocasión sabía que no había nada que rebatir. Muchos regalos, muchas atenciones y, en especial, mucho delirio de persecución no significan para mí más que problemas, y es que tal como me dijo la Jose Herborn, suelo tomarme las cosas muy a pecho. Tiene razón (como de costumbre), pero no puedo dejar de preguntarme cómo no hacerlo.


Lo expresé ya en un escrito previo: hay cosas que nunca he aprendido a perdonar, una de las cuales es la traición. Aún así, me es difícil dejar de pensar que el odio deja profundas marcas en el corazón de los hombres, heridas que en ocasiones parecen imposibles de cerrar. De todos los males que me han afectado en casi 27 años de vida resulta innegable que éstos son los más dolorosos, tanto por las huellas físicas y psicológicas que han dejado como por sus prolongados efectos. Debería entonces seguir el consejo de quienes me rodean y asumir esa mentira que siempre he rechazado, que lo que ocurre a mi alrededor no tiene nada que ver conmigo.

No es difícil recordar lo que viví aquella vez, esa situación en que simplemente dejé de ser yo. Después de todo, no se puede ser sentimental cuando estás en mi lugar, cuando la “jerarquía familiar” te obliga ante los desastres a convertirte en el sostén emocional de un hogar que se derrumba. Ésa es la labor del primogénito aunque los “donantes genéticos” digan que el problema es de ellos: prohibido quejarse, prohibido llorar, prohibido ser yo.

Estando así las cosas, nuevamente no puedo hacer más que sentarme a esperar lo que ocurra…

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